La normativa aeroportuaria a punto de arruinar el transplante de traquea sin inmunosupresores
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La normativa aeroportuaria a punto de arruinar el transplante de traquea sin inmunosupresores
La prensa mundial saludó la noticia como el comienzo de "una nueva era"
El cirujano atribuye al talante catalán una parte de su éxito
La compañía se ampara en las restricciones por la seguridad aérea
El piloto es quien decide
MAURICIO BERNAL
BARCELONA
La paranoia desmesurada que desde hace unos años se ha apoderado del mundo de los aeropuertos fue la responsable de poner en peligro el exitoso, novedoso y pionero trasplante de tráquea de Claudia Castillo, el primero que se lleva a cabo con la ayuda de células madre y el último motivo de orgullo del Hospital Clínic de Barcelona. Uno de los médicos involucrados en la operación, el británico Martin Birchall, ha revelado un detalle que permite ver desde otra perspectiva lo ocurrido en el aeropuerto de Bristol, donde el personal de Easyjet se negó de plano a permitir el embarque de las células. "No solo expresaron el temor de que fuera un material peligroso, sino que llegaron a decirnos que tenían que llevar a cabo un test de explosivos", recuerda el experto en trasplantes.
Sucedió el 6 de junio, menos de una semana antes de la operación. En el laboratorio de la Universidad de Bristol se habían cultivado las células obtenidas de la médula ósea de la paciente, y había llegado el momento de trasladarlas a Barcelona. "Easyjet es la única aerolínea que tiene vuelo directo, por eso lo hicimos con ellos --dice Birchall--. Aunque la próxima vez estoy seguro de que iremos a una empresa especializada".
60 MILLONES
En los últimos dos meses el investigador británico se había comunicado en varias ocasiones con la aerolínea para explicar qué era exactamente lo que iba a llevar encima el estudiante Philip Jungerbluth, elegido para transportar las células a Barcelona. "Hice exactamente lo que me dijeron; entre otras cosas, me aseguré de que ninguno de los recipientes en los que iban las células superara los 100 mililitros, pero al final no sirvió de nada". Birchall no solo cumplía la normativa europea sobre transporte de líquidos a bordo, sino que había satisfecho la exigencia de Easyjet de que el material fuera precintado y etiquetado.
En concreto, Jungerbluth debía llevar consigo unos 60 millones de células madre dispuestos en dos pequeños recipientes de cristal que, a su vez, estaban guardados en el interior de una valija de las que se suelen usar para el transporte de órganos. Ante la petición de someter el material a una prueba de explosivos, Birchall tuvo que decir que era imposible, y explicar al personal de tierra que abrir los tubos implicaba exponer las células a una contaminación bacteriana. La discusión subió de tono y la policía estuvo a punto de arrestar al científico, que vio peligrar por momentos, y por una idiotez, el trabajo de muchos años.
12.000 EUROS DE CHÁRTER
Como ya es sabido, Jungerbluth conocía a un médico alemán dueño de un jet privado: le llamó, le pidió el favor y en menos de dos horas la nave estaba en Bristol. Las células tenían 16 horas para llegar a Barcelona --de lo contrario se habrían estropeado--, así que no era momento de pararse a pensar en dinero. Estaban en juego muchos años de investigación, y valían más que los 12.000 euros que terminó desembolsando el equipo de científicos para costear el chárter.
Easyjet sigue negando que hubiera accedido a transportar las células; su primera reacción, no obstante, fue reembolsar --"como gesto de buena voluntad"-- el valor del billete de Jungerbluth, y esta semana, después de que se divulgara lo ocurrido, la aerolínea ha tomado la decisión de pagar íntegro el valor del chárter. Su presidente, Andrew Harrison, se puso en contacto con Paolo Macchiarini --cirujano torácico del Clínic y responsable de llevar a cabo la operación-- para comunicárselo.
Ahora bien: ¿es toda la culpa de Easyjet? Puede que no. María Jesús Félix, de la Organización Catalana de Trasplantes (OCATT), dice que la circulación de este tipo de material por el espacio europeo es libre, y que en principio no debe acarrear problemas, pero, por si acaso, hay unas gestiones administrativas que se realizan ante la propia OCATT para blindar totalmente el transporte. "Son medidas de tranquilidad --dice-- pues a veces las aduanas y las aerolíneas están menos informadas. Puede que no se aprovecharan estos circuitos que, por cierto, en el Clínic conocen de sobra". En el hospital dicen que al no tratarse de un órgano no hicieron el trámite, y dan por sentado que en otras circunstancias no habría habido problemas. En circunstancias, claro, de menos paranoia.
El cirujano atribuye al talante catalán una parte de su éxito
La compañía se ampara en las restricciones por la seguridad aérea
El piloto es quien decide
MAURICIO BERNAL
BARCELONA
La paranoia desmesurada que desde hace unos años se ha apoderado del mundo de los aeropuertos fue la responsable de poner en peligro el exitoso, novedoso y pionero trasplante de tráquea de Claudia Castillo, el primero que se lleva a cabo con la ayuda de células madre y el último motivo de orgullo del Hospital Clínic de Barcelona. Uno de los médicos involucrados en la operación, el británico Martin Birchall, ha revelado un detalle que permite ver desde otra perspectiva lo ocurrido en el aeropuerto de Bristol, donde el personal de Easyjet se negó de plano a permitir el embarque de las células. "No solo expresaron el temor de que fuera un material peligroso, sino que llegaron a decirnos que tenían que llevar a cabo un test de explosivos", recuerda el experto en trasplantes.
Sucedió el 6 de junio, menos de una semana antes de la operación. En el laboratorio de la Universidad de Bristol se habían cultivado las células obtenidas de la médula ósea de la paciente, y había llegado el momento de trasladarlas a Barcelona. "Easyjet es la única aerolínea que tiene vuelo directo, por eso lo hicimos con ellos --dice Birchall--. Aunque la próxima vez estoy seguro de que iremos a una empresa especializada".
60 MILLONES
En los últimos dos meses el investigador británico se había comunicado en varias ocasiones con la aerolínea para explicar qué era exactamente lo que iba a llevar encima el estudiante Philip Jungerbluth, elegido para transportar las células a Barcelona. "Hice exactamente lo que me dijeron; entre otras cosas, me aseguré de que ninguno de los recipientes en los que iban las células superara los 100 mililitros, pero al final no sirvió de nada". Birchall no solo cumplía la normativa europea sobre transporte de líquidos a bordo, sino que había satisfecho la exigencia de Easyjet de que el material fuera precintado y etiquetado.
En concreto, Jungerbluth debía llevar consigo unos 60 millones de células madre dispuestos en dos pequeños recipientes de cristal que, a su vez, estaban guardados en el interior de una valija de las que se suelen usar para el transporte de órganos. Ante la petición de someter el material a una prueba de explosivos, Birchall tuvo que decir que era imposible, y explicar al personal de tierra que abrir los tubos implicaba exponer las células a una contaminación bacteriana. La discusión subió de tono y la policía estuvo a punto de arrestar al científico, que vio peligrar por momentos, y por una idiotez, el trabajo de muchos años.
12.000 EUROS DE CHÁRTER
Como ya es sabido, Jungerbluth conocía a un médico alemán dueño de un jet privado: le llamó, le pidió el favor y en menos de dos horas la nave estaba en Bristol. Las células tenían 16 horas para llegar a Barcelona --de lo contrario se habrían estropeado--, así que no era momento de pararse a pensar en dinero. Estaban en juego muchos años de investigación, y valían más que los 12.000 euros que terminó desembolsando el equipo de científicos para costear el chárter.
Easyjet sigue negando que hubiera accedido a transportar las células; su primera reacción, no obstante, fue reembolsar --"como gesto de buena voluntad"-- el valor del billete de Jungerbluth, y esta semana, después de que se divulgara lo ocurrido, la aerolínea ha tomado la decisión de pagar íntegro el valor del chárter. Su presidente, Andrew Harrison, se puso en contacto con Paolo Macchiarini --cirujano torácico del Clínic y responsable de llevar a cabo la operación-- para comunicárselo.
Ahora bien: ¿es toda la culpa de Easyjet? Puede que no. María Jesús Félix, de la Organización Catalana de Trasplantes (OCATT), dice que la circulación de este tipo de material por el espacio europeo es libre, y que en principio no debe acarrear problemas, pero, por si acaso, hay unas gestiones administrativas que se realizan ante la propia OCATT para blindar totalmente el transporte. "Son medidas de tranquilidad --dice-- pues a veces las aduanas y las aerolíneas están menos informadas. Puede que no se aprovecharan estos circuitos que, por cierto, en el Clínic conocen de sobra". En el hospital dicen que al no tratarse de un órgano no hicieron el trámite, y dan por sentado que en otras circunstancias no habría habido problemas. En circunstancias, claro, de menos paranoia.
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